"¿Es posible jugar y conservar el sentido del
humor mientras se abordan con eficacia situaciones angustiosas, alarmantes o
peligrosas?" (Freeman, Epston & Lobovits, 2001).
Esta
es una pregunta que tiene relevancia en estos momentos en México, luego de los
sismos del 7 y 19 de septiembre del presente año.
Después
del terremoto, lxs niñxs se quedaron con mucha preocupación, nerviosismo y
miedo de que vuelva a ocurrir otro terremoto. Su vida cotidiana se trastocó y algunxs
tardaron semanas en poder regresar a clases.
Tuvimos
la oportunidad de reunirnos con un grupo de niñxs en Casa Hogar Margarita,
organización que nació en 1998 y que beneficia a niñas y adolescentes de entre
4 y 18 años de edad, provenientes de familias desintegradas de escasos recursos,
así como a algunos niños en edades tempranas. La Casa Hogar les brinda la
atención y educación adecuadas para permitirles romper con el círculo de
pobreza y violencia en el que viven. El grupo con el que trabajamos estuvo
formado por 8 niñxs de entre 3 y 8 años
de edad. Nos acompañó también una jovencita de 14 años, quien estaba muy
afectada por lo sucedido pues vio desplomarse un edificio frente a ella. Su
participación fue de gran ayuda en el trabajo con el resto del grupo.
Con
la intención de poder conversar con lxs chicxs sobre el terremoto, utilizamos
el cuento "Cuando la tierra se movió", escrito por Josefina Martínez,
Elena Sepúlveda y Rossana Culaciati e ilustrado por Carolina Durán, a raíz del
terremoto ocurrido el 27 de febrero del 2010 en Chile. El cuento está planteado
en una forma que empata en gran medida con
las ideas propuestas por las prácticas narrativas, que "contribuyen
a enriquecer las descripciones de los saberes y habilidades generados en las
historias de vida de las personas, mostrando su importancia y enfatizando la
pertinencia que tienen en sus esfuerzos por responder a los problemas"
(White, 2015, p. 49). A través
del cuento, lxs niñxs pueden expresar sus emociones, temores y angustias.
Mediante la escucha, la lectura y la conversación sobre la narración, pueden ir
haciendo conexiones y reflexiones sobre lo que sucede al interior del relato,
relacionándolas con su situación particular, para dar así su propia
organización a la experiencia. Esto ayudó a lxs niñxs a expresar sus
vivencias y a visibilizar las herramientas con las que cuentan para darle
significado a estas situaciones de peligro, conflicto y temor.
Antes
de empezar, pedimos permiso, tanto a la dirección de Casa Hogar como a lxs niñxs,
para grabar la sesión con el fin de poder compartirla con otrxs niñxs que
estuvieran pasando por la misma situación. Posteriormente, conversamos sobre
las reglas del juego: Levantar la mano
cuando quisieran hablar, no interrumpir cuando alguien estuviera hablando, no
burlarse ni criticar a nadie, respetar lo que digan lxs demás, etc. Iniciamos
la sesión preguntando si querían que les contáramos un cuento, a lo que todxs
contestaron al unísono que sí.
"Cuando niños y adultos se unen, el juego ofrece un
lenguaje común para expresar los pensamientos, las emociones y las
experiencias" (Freeman,
Epston & Lobovits, 2001, p.24).
Lxs
niñxs poseían un conocimiento sobre el terremoto bastante amplio, fruto de lo
que habían escuchado tanto de sus familiares como de otrxs compañeros, o lo que
habían visto o escuchado en la televisión. Algunas explicaciones que dieron
fueron: que “la tierra se acomodó”, que “siempre
está temblando pero ligerito” que “dos piedras chocaron y por eso sucedió el
terremoto”, que “la alarma sísmica sonó hasta después de que empezara a temblar”,
que supieron de “gente que se quedó atrapada”, que “algunos se fueron al cielo”,
etc.
Casi
todxs estaban ávidos por contarnos cada detalle de cómo vivieron el terremoto
del 19 de septiembre. Nos contaron que las maestras empezaron a llorar y por
eso varias de las niñas lloraron; que veían cómo los edificios alrededor de la
escuela se movían muy fuerte y casi se caían; que los llevaron al centro del
patio para ponerlos a salvo. En ese momento aclaramos que los terremotos son un
fenómeno de la naturaleza y por lo tanto, no son culpa de nadie, además de que
nadie puede predecir cuándo volverá a ocurrir otro terremoto.
Entre los beneficios que encontramos al trabajar en grupo destaca la
posibilidad que hubo de normalizar los sentimientos y comportamientos y crear un
fuerte sentido de solidaridad: los niñxs se dieron cuenta que no eran lxs
únicxs que tenían ganas de llorar; que el miedo o preocupación que sentían le
pasaba a la mayoría.
Traer sus preocupaciones
al grupo permitió compartir su experiencia y escuchar la de los otrxs
compañerxs o amigxs, legitimar sus emociones y explorar cómo están procesando
la vivencia en conjunto con otrxs que son importantes en su vida. Se atrevieron
a relatar su propia visión de lo que ocurrió y a buscar maneras para sentirse
mejor. Incluso Fany[*],
que tiene poco tiempo conviviendo con los demás y al principio no quería
participar, conforme fue avanzando la conversación fue confiando y fue
participando poco a poco: era la primera que levantaba la mano para compartir
lo que estaba sintiendo, señaló en un dibujo el grado de su preocupación, que
era mucha. También Mary se pudo desafanar de la pena que sentía por haber
llorado a partir de escuchar a otras compañeras que lo compartieron de forma
muy natural.
Después,
les pedimos que hicieran un dibujo o escribieran cómo habían vivido la
experiencia. Algunos de los dibujos mostraban por ejemplo los efectos que
estaba teniendo esta experiencia sobre su vida, como el de María Fernanda, que
luego de hacer un dibujo en el que se veía ella al centro y alrededor puertas y
ventanas, abajo escribió "Yo me sentí mal" y más adelante empezó a
rayar la hoja con mucha energía. O Mary, que en un primer momento, cuando una
de sus compañeras dijo que ella era la primera que había llorado, estaba
molesta y tratando de defenderse; sin embargo, al mostrarnos su dibujo, pudo
decir con tranquilidad "yo lloré" como liberada de una carga, y al
mismo tiempo pudo reconocer sus recursos: "Lloré y luego me tranquilicé".
Otrxs como Tan, que pudo mostrar lo que más valora: dibujó un árbol de cada
lado de la hoja; en medio su mamá, de un lado él y del otro su mejor amigo,
todxs agarrados de las manos.
Siguiendo
con el orden del cuento, les mostramos un dibujo de caritas de diferentes
tamaños, en donde ellxs señalaban el grado de preocupación que estaban
experimentando. La mayoría dijo tener mucha preocupación. También se habló de
las cosas que pudieran estar sintiendo o viviendo, al igual que muchxs niñxs. Ellxs
levantaban la mano si les estaban ocurriendo cosas como no poder dormir,
hacerse pipí en la cama, tener dolor de cabeza o estómago, tener ganas de
llorar, andar desganadxs o cansadxs, tener enojo, querer estar todo el tiempo
con sus papás o querer dormir con ellos. Casi todxs levantaron la mano a todo
lo que dijimos.
Todo
esto constituyó un andamio para hablar de sus habilidades y conocimientos; de
lo que habían estado haciendo o podían hacer para sentirse mejor y para hablar
con las personas en las que podían confiar.
Cuando
hablamos de las cosas que podían hacer para sentirse más tranquilxs, Valeria,
la chica de 14 años, comentó que una de las cosas que ella hacía era respirar;
todxs estuvimos de acuerdo en que nos enseñara su método. Lxs niñxs estuvieron
felices de hacer el ejercicio de inhalación y exhalación y varixs dijeron que
se sentían mejor. La otra idea que les dio Valeria fue agradecer. Hicimos un
espacio para hablar de porqué estar agradecidxs: “Por estar bien”, “porque no
nos pasó lo que a otra gente que se cayó su edificio”, “porque no le pasó nada
a mi mamá ni a mí”, “por tener un techo”, “por tener comida”; Ale de 3 años agradeció
el “tener a mi mamá y a mi papá”.
Posteriormente,
editamos un video en donde se muestra esta experiencia, con el fin de
compartirlo con otrxs niñxs. Una persona que viajó a Oaxaca a visitar a su
familia, que aunque no había sufrido daños materiales ni físicos, estaban como
todas las personas, sensibles a esta situación, nos pidió el video para
compartirlo con lxs niñxs de su familia en Oaxaca. Por cuestiones técnicas,
hasta la fecha de publicación de este texto, no han podido verlo; sin embargo,
prometieron enviarnos sus reflexiones así como un mensaje a lxs niñxs de la Casa
Hogar.
Estos
son algunos de los dibujos que lxs niñxs nos regalaron:
REFERENCIAS
Freeman, J.,
Epston, D., & Lobovits, D. (2001). Terapia
narrativa para niños. Aproximación a los conflictos familiares a través del
juego. Barcelona: Paidós.
Martínez B., J., Sepúlveda O., E.,
Culaciati S., R. & Durán M., C. (2010). Cuando
la tierra se movió. Chile.
White, M. (2015). Práctica
narrativa: la conversación continua. Chile: Pranas Ediciones.