Amigas, amigos:
¡¡¡Vengo muy emocionada, conmovida y feliz hasta las lágrimas y quería compartirlo con ustedes!!!
Asistí hoy a un matrimonio colectivo de 29 parejas de lesbianas y gays de la Ciudad de México y de distintas entidades federativas, y la verdad nunca creí que fuera una ceremonia tan intensa y conmovedora para mi, de hecho yo no conocía directamente a ninguna de las parejas, sino más bien fui por ser testiga del reconocimiento público de nuestra existencia social lo que me tocó en el alma...
Me descubrí llorando de felicidad durante la ceremonia entre política, sentimental y administrativa que implica un matrimonio.
Se conjuntó desde lo “tradicional” a lo “posmoderno” entre las parejas y en los que participamos de tal evento, todavía inédito en nuestro país, desde la diversidad de personas con sexualidades diferentes (gays, lesbianas, transgénero, transexuales, bisexuales, y claro heterosexuales) de todas las generaciones coexistentes, con las imágenes típicas de las abuelitas, los padres y madres, los y las familiares contentos y nerviosos/as con algunos más poco expresivos y curiosos, los medios de comunicación y los activistas; por supuesto no faltaron los dos niños/as que lloraron a grito pelado en el momento justo de las palabras del juez, en fin, no hay boda sin llanto de un niño digo yo...
Mis lágrimas silenciosas de felicidad nacieron, creo yo, de la incredulidad de presenciar esto y del reconocimiento por el Estado de nuestra existencia y de nuestros derechos:
*Incredulidad porque desde que yo supe que era diferente a los 11 años, cuando me enamoré por primera vez a los 19 y me asumí lesbiana a los 22 y aún ya adulta hasta hace muy poco, nunca me imaginé que podría asistir a una boda de dos lesbianas o de dos gays ni de que yo misma podría elegir casarme, tal vez sea por mi generación, pero todavía me sorprende de que se haya hecho realidad; y
*por el reconocimiento del Estado a nuestros derechos porque cuando una ha vivido en la marginación y con la claridad de rechazos, burlas, exclusiones a ciertos servicios y derechos, que por fin un poder público reconozca lo que somos, ciudadanas igual que todas y todos, es una constatación pública de que existimos, y eso es una experiencia poderosa y de empoderamiento, una constatación de que todo lo vivido ha valido la pena, de que toda las luchas de miles de personas y activistas de anteriores y siguientes generaciones ha cristalizado en logros, de ser parte de una ciudad de vanguardia en Latinoamérica que me enorgullece. De que la propia lucha internalizada de reafirmación y validación, de la ardua expulsión de ideas y vivencias de discriminaciones y autoaversiones heterosexistas de mi vida han valido la pena, han sido felizmente un hecho para mí misma y ahora para muchas gentes de mi entorno, para autoridades con las que yo convivo a diario. Con la certeza de que las jóvenes generaciones tengan un camino más liviano de este proceso que el mío, menos solitario, con más apoyos jurídicos y más solidario.
Y eso me hace tan feliz poder hoy compartirlo y festejarlo.
Tal vez a algunos/as les cueste trabajo comprender lo profundo e importante que es todo esto para mí y para la comunidad LGBTTTI, por eso también les mando este mensaje, para que lo sepan y para extender este hecho a las 32 entidades federativas y más adelante también a todas las uniones de hecho que existen y no desean casarse pero que tienen derecho a la certeza jurídica de su unión.
Saludos
Lilia
martes, 11 de mayo de 2010
Me gustaria saber si en terapia narrativa coyoacan dan algun tipo de terapia para parejas lgbt, espero poder encontrar la ayuda que necesito. Gracias
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