Leticia Uribe M.
En el “Grupo Terapia Narrativa Coyoacán” nos reunimos cada quince días desde hace casi 10 años, con el objetivo de profundizar en la teoría y la práctica narrativa. Muchas veces, aprovechando este espacio, compartimos algunas historias de nuestra práctica privada, pidiendo consejo, ideas o “supervisión”, sin que fuera algo planeado o formal. Al paso del tiempo, tuvimos la idea de trabajar específicamente un modelo de supervisión, pero siempre surgía algún otro proyecto que nos hacía postergar nuestra práctica en este campo.
Finalmente, en 2012 se presentó la oportunidad de tomar un taller de dos días con Shona Russell dedicado al tema de supervisión[1]. A partir de ahí, tomamos la decisión: teníamos que formalizar una práctica de supervisión en nuestras sesiones quincenales. Nuestra intención principal era generar un “modelo” de supervisión que nos pareciera cómodo y congruente con las ideas narrativas y con nuestro contexto mexicano, y que además pudiéramos replicar y enseñar a otras personas.