Leticia Uribe M.
En el “Grupo Terapia Narrativa Coyoacán” nos reunimos cada quince días desde hace casi 10 años, con el objetivo de profundizar en la teoría y la práctica narrativa. Muchas veces, aprovechando este espacio, compartimos algunas historias de nuestra práctica privada, pidiendo consejo, ideas o “supervisión”, sin que fuera algo planeado o formal. Al paso del tiempo, tuvimos la idea de trabajar específicamente un modelo de supervisión, pero siempre surgía algún otro proyecto que nos hacía postergar nuestra práctica en este campo.
Finalmente, en 2012 se presentó la oportunidad de tomar un taller de dos días con Shona Russell dedicado al tema de supervisión[1]. A partir de ahí, tomamos la decisión: teníamos que formalizar una práctica de supervisión en nuestras sesiones quincenales. Nuestra intención principal era generar un “modelo” de supervisión que nos pareciera cómodo y congruente con las ideas narrativas y con nuestro contexto mexicano, y que además pudiéramos replicar y enseñar a otras personas.
Durante varias sesiones hicimos diferentes intentos en los que prevaleció siempre un ambiente de respeto, tanto hacia la persona que supervisaba como hacia las personas cuyas historias compartíamos, siempre cuidando la confidencialidad, buscando aportar algo que privilegiara sus sabidurías y sus historias alternativas. Cada persona que tuvo la oportunidad de supervisar, se llevó una sensación de que algo útil y positivo había resultado de la conversación, algunas veces algo muy significativo, otras no tanto. Sin embargo, todavía no teníamos muy claro si lo que hacíamos en cada intento era mejor que lo que hacíamos en otro. Es decir, nos “supervisábamos” entre nosotras basándonos en una relación construida por muchos años, que nos ha permitido aportar cosas útiles; pero no sabíamos si podríamos replicarlo en otros espacios, y mucho menos enseñarlo a otras personas.
Nos fuimos dando cuenta de que veníamos supervisando en dos formas: 1) siguiendo el modelo que aprendimos con Shona[2], que consiste en generar una conversación alrededor de lo que la o el terapeuta valora que se siente transgredido en los momentos en que un proceso de terapia se “atora”, y se busca explorar sus sabidurías al respecto. Es decir, se trata de hablar acerca de la o el terapeuta y su relación con el proceso que se le presenta en consulta, no acerca de las personas que consultan, ni de las técnicas apropiadas al caso, etc. 2) el otro modelo era “dar ideas” acerca de qué hacer o cómo abordar una historia o una conversación. En ese momento pensábamos que algunos casos requerían un modelo y otros requerían el otro, así que optamos por que cada persona eligiera el modelo a seguir para su supervisión.
Lo curioso fue que cuando hicimos esto, todas las personas elegían “recibir ideas” porque “estaban atoradas en algo específico” y “querían solo escuchar qué harían las demás en su lugar”. Esto pasó en tres o cuatro sesiones, y empezó a surgirnos la duda de por qué nadie estaba eligiendo el otro modelo. Nos quedaba la sensación de que la supervisión se estaba acercando a otros modelos conocidos que no nos acomodaban tanto.
En una ocasión, al final de la sesión surgieron una serie de preguntas para la persona que estaba supervisando: ¿Cómo te fue con esta forma de conversación? ¿Te sirvió? ¿Qué sensación te llevas? ¿Se te habían ocurrido algunas de las cosas que te sugirieron o te dijeron algo muy novedoso? ¿Qué te es más útil y qué no, de lo que escuchaste?[3] etc. Ella fue respondiendo a estas preguntas y se fue dando una conversación en la que compartió que, aunque las ideas eran útiles y se había sentido respetada, su propia sabiduría había sido dejada en segundo plano. Comentó que se había sentido un tanto pasiva en el proceso. Responder a las preguntas finales, por otro lado, le dejó más confianza y le devolvió agencia personal en su quehacer terapéutico.
A partir de ahí, pensamos que tal vez era mejor intentar conversaciones alrededor de la experiencia de la o el terapeuta, en vez de dejarnos llevar por la necesidad de encontrar algo “útil” y “práctico” en las ideas de las demás. Volvimos entonces a guiarnos con las preguntas de Shona. A partir de ahí nos quedó claro que la brújula para mantener el rumbo es preguntar de tal manera que la conversación lleve a lo que la o el terapeuta valora, y a reconectarle con sus propios recursos y sabidurías.
A la fecha, tuvimos ya dos sesiones de supervisión con este formato en las que surgieron preguntas como:
“¿Qué nombre le darías a tu duda?”
“¿Alguna vez les has preguntado a las personas qué les ayuda o por qué siguen yendo contigo?”
“¿Crees que haría una diferencia para ti seguir esta línea y saber con más detalle qué les sirve a las personas que van contigo? ¿Me puedes poner un ejemplo?”
“Según comentas, entre las cosas que haces utilizas metáforas, y eso tiene un efecto en las conversaciones y en las vidas de las personas, y a veces la metáfora es lo que se llevan. ¿Qué más haces?”
“Eso que describes es algo importante para ti, ¿Cómo lo traduces? ¿Cómo se ve en tu trabajo?”
“¿Cómo describirías o nombrarías lo que haces cuando estas conversando con las personas?”
Al terminar las conversaciones, establecimos una ronda de preguntas acerca del proceso, y las personas que recibieron supervisión comentaron cosas como:
“Pude valorar más, salirme de la historia de lo que estoy haciendo mal y conectarme con hacia donde voy.”
“Creo que me permite validar mi voz”
“Lo que me fue aclarando fue que las preguntas iban de panorama de acción a panorama de conciencia, pasado presente y futuro de lo que hago, eso me dio luz sobre lo que puedo hacer en este caso”.
“Cuando llegas a supervisión hay confusión. Lo que puedes compartir son más bien los hechos y circunstancias en la historia de quienes te consultan, lo que te tiene confundida; pero no hay claridad de la agencia personal como terapeuta, de que herramientas tienes para seguir avanzando. Tal vez por eso es más fácil pedir ideas”
Quienes tuvieron oportunidad de preguntar durante las supervisiones, comentaron cosas como:
“La sensación de respeto y cuidado de saber que los demás están cuidadosamente haciendo preguntas es muy importante”.
“Lo que me centró para guiar es pensar que no estamos solucionando el caso sino sacando los recursos de la terapeuta”.
“Si captamos el dilema de la terapeuta como un ‘ausente pero implícito’ desde el principio, ese es el camino”.
A partir de esta experiencia, ahora tenemos más claro cómo seguir con las supervisiones. Queremos seguir practicando y en un momento dado, generar un mapa que sea didáctico para replicar este tipo de supervisión y para enseñarla a otras personas.
[1] Taller “EnfoquesNarrativos para la Supervisión” impartido por Shona Russell, del Narrative Practices Adelaide. Organizado por Colectivo de Prácticas Narrativas. México, D. F. 8 y 9 de junio 2012.
[2] El formato que tomamos del taller contiene las siguientes preguntas:
· Por favor empieza contándome sobre lo que sucedió en tu trabajo ¿Qué sucedió? ¿Cuándo sucedió? ¿Quién estaba ahí?
· ¿Estaba pasando algo
· ¿Por qué fue relevante para ti esta consulta?
· ¿Cómo respondiste a esta situación en tu trabajo?
· ¿Dirías que el desasosiego (indignación, carga o fatiga) que experimentaste está relacionado con ciertas creencias o valores que fueron transgredidos o deshonrados de alguna forma?
· ¿Me puedes decir un poco más sobre estas creencias y valores?
· ¿Por qué crees que son relevantes para ti?
· ¿Por cuánto tiempo ha sido importante para ti?
· ¿Me podrías compartir una historia de algo que has hecho en tu trabajo que sea un ejemplo de estas creencias y valores?
· ¿Cuándo fue esto?
· ¿Puedes pensar en otras personas que saben de la importancia que le das a estos valores y creencias?
· ¿Estaba pasando algo particularmente relevante en esos tiempos?
· ¿Mantienes tu conexión con estas personas? De ser así ¿qué diferencia hace esto? De no ser así ¿Hay alguien más que sabría que esto es importante para ti en tu trabajo?
· ¿Cómo es que te sostiene en tu trabajo mantener una conexión con estas personas?
· ¿Si fueras a tener presente lo que es importante para ti, cuáles serían los siguientes pasos que te veríamos tomar?
· ¿Cómo haría esto una diferencia para la esperanza que tienes para tu trabajo?
· Estamos llegando al final de esta conversación ¿a dónde te han llevado tus pensamientos a lo largo de esta conversación?
[3]Estas preguntas fueron basadas en otro ejercicio del mismo taller con Shona Russell (preguntas para facilitar de la reflexión a la acción).
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