Por Mónica Duarte Araujo
La intuición es una herramienta muy presente
y utilizada en la terapia narrativa con las personas que nos consultan. A pesar
de su gran fuerza y presencia, es un conocimiento muy poco reconocido, nombrado
y valorado, y su utilidad está prácticamente invisible.
De algunos años a la fecha, noté que en mi
práctica como psicoterapeuta cada vez era más evidente la mportancia de la intuición
como herramienta, pero la vivía en solitario y sin comprender muy bien su funcionamiento.
Cuando dos consultantes pusieron el tema en el centro de las conversaciones, resurgió
mi curiosidad e interés por escribir sobre ella. Además de utilizar mi propia
experiencia, decidí pedirle sus reflexiones a colegas a través de un cuestionario
y por mi cuenta realicé una investigación y revisión bibliográfica del concepto[1]. Las
respuestas de dichos cuestionarios y la revisión del concepto de intuición fue
muy interesante, por lo cual en el presente texto decidí entenderlo y conectarlo con los
planteamientos de la terapia narrativa y con las ideas de Foucault, influencia
clave en la propuesta narrativa de White y Epston.
Bajo esta mirada, entiendo que la
intuición es un tipo de conocimiento subyugado[2] o
conocimiento local[3],
término que utiliza Foucault para referirse a los tipos de conocimiento que han
sobrevivido en los márgenes de la sociedad y de la corriente cultural
predominante. Este saber se considera como ingenuo, de sentido común, acrítico,
por lo cual es menospreciado y devaluado. Por otro lado está su contrario, el conocimiento dominante o conocimiento experto el cual se asume como legítimo, verdadero
y científico (White y Epston 1993)[4].
Desde esta perspectiva, la intuición es un
tipo de conocimiento no reconocido por las disciplinas PSI (psiquiatría,
psicología, psicoanálisis…) considerado subjetivo, poco confiable y emocional.
Un ejemplo de la intuición como
conocimiento subyugado, esta expresado en las respuestas que los colegas
escriben en el cuestionario:
“[Está presente] En todos los momentos cuando estoy con otra
persona, o cuando estoy viviendo una situación diferente, nueva, crítica” - “Yo creo que siempre
está presente, pero no siempre le pongo atención”- “Al estar escuchando un
relato en donde hay algo que no se está diciendo o se está diciendo de manera
disfrazada” - “Generalmente aparece cuando menos lo espero y cuando aparece es como
un parteaguas en la terapia” - “En los momentos en los que dudo de mi
conocimiento intelectual o de experiencia para abordar algún dilema” - “En casi todos los momentos, por ejemplo, cuando estoy
en el consultorio y decido hacer ciertas preguntas, en lugar de otras, o en la
vida cotidiana cuando tomo decisiones”.
Uno de los principios fundamentales de la terapia
narrativa es su compromiso ético y político con visibilizar la “influencia de las realidades sociales en el
significado que las personas dan a sus experincias y el tejido de relaciones de
poder en el que se insertan las personas tanto fuera como dentro del espacio terapéutico”[5].
La terapia narrativa parte del principio de que
las personas construimos nuestra identidad a través de las historias que nos
contamos de nosotr@s mism@s y del significado que le damos a esas experiencias.
Estas historias no son individuales, sino que están insertas en un contexto
cultural y social donde existen ideas dominantes. Somos seres multihistoriad@s,
por lo cual “cualquier historia que
elegimos contar (o contarnos) es una historia editada, una visión de la
realidad” (Sued, 2005: 298 ) ya que nuestras vidas son tan amplias que sería
imposible abarcar toda la experiencia en una historia. Para cada versión que
contamos hay otras versiones, historias alternativas que pueden leerse entre
líneas.
Foucault plantea que el poder es un elemento
fundamental en la constitución de la identidad. Como individuos, sufrimos los
efectos “positivos” y constitutivos del poder moderno. El poder actúa a través
de ideas o verdades normalizadoras, que construyen normas mediante las cuales incitan
a las personas a moldear o constituir sus vidas y, sin darnos cuenta, nos
convertimos en vehículos de poder y cómplices al participar en actividades que perpetúan
estas verdades “globales” y “unitarias”. Este tipo de poder no reprime, sino
que subyuga (White y Epston, 1993).
Otra dimensión constitutiva del poder es que
el poder y el conocimiento son inseparables; un dominio de conocimiento es un dominio de
poder y viceversa:
“…todos estamos presos en una red o telaraña de poder/conocimiento,
no es posible actuar fuera de este dominio y todos sufrimos simultáneamente los
efectos del poder y ejercitamos este poder en relación a los otros” (White y Epston, 1993 p. 38)
La terapia narrativa intenta visibilizar el
poder, no siendo cómplice de sus formas de acción. Las prácticas narrativas
intentan empoderar a las personas pues al re-contar las historias de sus vidas
y encontrar las historias alternativas, las personas se colocan como
protagonistas o como participantes en su propio mundo (White, Epston, 1993).
Los principios de la terapia narrativa que
ayudan a desenmascarar las prácticas de poder, tanto en el ámbito terapéutico
como en la vida de las personas que nos consultan, son los siguientes:
1.
Separar a
las personas de los problemas que los afectan “la persona es la persona, el
problema es el problema”
2.
La personas
tienen recursos, conocimientos, experiencias, saberes, habilidades, creencias,
valores que pueden ayudar a reducir la influencia de los problemas en sus
vidas.
3.
Las personas
son expertas en sus vidas, no los terapeutas.
4.
Los
terapeutas tienen una postura frente a los consultantes “descentrada, pero
influyente”[6]
5.
Desarrollar
el sentido de ser agente en la propia vida (agencia personal). La posición de
agente hace referencia a la capacidad de elegir, decidir y ser activo en el
curso de la propia vida. White
y Epston con frecuencia usan la metáfora de «Ir en el asiento del conductor de
la propia vida»[7]
Desde esta perspectiva, la intuición incluye
recursos, conocimientos y saberes que están marginados y descalificados. Como
terapeutas nos hemos visto forzad@s a abandonar esos saberes como parte de
nuestro proceso de profesionalización:
“….el ingreso en la cultura de la psicoterapia se da asociado a
una iniciación en la cual los conocimientos más locales o populares que se han
generado en la historia de la persona son marginados, a menudo descalificados y
desplazados por los conocimientos formales y especializados de las disciplinas
profesionales” (White, 1997:
30).
L@s terapeutas entrevistad@s hablan de la intuición de la siguiente manera:
“Se relaciona con mi
sensibilidad, recursos y habilidades, y mi sabiduría como persona y como
terapeuta”- “Creo que al tenerla más presente como herramienta de
trabajo me dará más seguridad y confianza” - “Percibir en la mente algo que
está más allá de la apariencia” - “Es como otro sentido, pero que no tiene órgano” - “Intuición es como la
voz de mi sabiduría interna que se siente en el cuerpo… esa voz es un
acumulado de las voces de mis abuelas y mi mamá”.
La intuición es un tipo de concimiento que no sigue el camino racional
y se manifiesta en reaciones emocionales, incluso corporales, por lo cual es
difícil explicar su funcionamiento. La fuente básica del conocimiento intuitivo
es la experiencia acumulada (relacionada con nuestra especie humana, la
experiencia cultural y geográfica y la personal). Tiene la capacidad de
registrar y captar aspectos casi
imperceptibles como un gesto, una frase, una mirada, etc. y develar mediante la
impresión holística, intenciones, deseos o temores. Se expresa con el lenguaje
del hemisferio derecho, con imágenes más que con palabras, con el lenguaje
artístico, creativo y metafórico.
Cuando se le pide a l@s terapeutas que relacionen la intuición con una
imagen, manifiestan lo siguiente:
“La intuición es como una red de
colores que se entrelaza con mis conocimientos sobre la terapia narrativa
(azul) y otras técnicas y recursos terapéuticos (verde), y mi experiencia
(rojo). La intuición tendría un color brillante (dorado) que significaría esa
chispa de luz que guía mi camino. Es una red que me sostiene, a mí y al
consultante” - “Un viento ligero que me envuelve” - “Una estrella muy brillante” -
“La imagino como un pequeño pájaro, como un colibrí que me susurra al oído y
también pasea por mi estómago. Creo que tiene su nido ahí, en mi interior, en
el centro de mi cuerpo” - “Auténticamente como
una `alerta emocional`”- “Como si de repente se prendiera una luz que te hiciera
mirar hacia otro camino” – “Como una luz (especie de
linterna) que ilumina y visibiliza posibilidades, que facilita la conexión
conmigo y con otr@s” - “Un angelito
que me va diciendo por ahí, por ahí. Otra la de mi corazón bombeando más fuerte
cuando las cosas no me laten...”.
Quero
finalizar este articulo citando a una de las terapeutas entrevistadas que habla
sobre la conexión de la intuición con la terapia narrativa:
“Me parece
que la intuición es la abogada de lo valorado por las personas. Está libre de
la influencia de discursos dominantes porque se alimenta de los anhelos e
intenciones de la persona para su vida. Por eso a veces ante la dominancia de
la cultura y el deber ser se silencia y no es escuchada por tanto ruido
externo. Necesita el silencio, la apertura de conciencia y la conversación para
despertar nuevamente”.
Concluyendo, la intuición es un conocimiento
subyugado, al que los terapeutas narrativos recurrimos continuamente en las
conversaciones con los consultantes. El conocimiento experto, o dominante la invisibiliza
y la desacredita, pero el corazón de la intuición está en nuestra experiencia,
en lo vivido, en ese saber local de la experiencia y que se reaviva en la
terapia narrativa a través de la agencia personal. Esta agencia se fortalece en
la medida que nos adueñamos y habitamos nuestras historias alternativas,
quitándole fuerza a las historias dominantes. Desde esta perspectiva, la
intuición tiene varias entradas; como terapeutas narrativ@s las utilizamos en
nuestros dilemas personales y también en nuestras conversaciones, como
herramienta de trabajo, y la volvemos una herramienta para el consultante al
fortalecer su agencia personal escuchando su capacidad de elegir en base a lo
que valora.
[1] Duarte, M. 2013 Qué es la intuición
http://terapianarrativacoyoacan.blogspot.mx/2013/08/que-es-la-intuicion.html
[2] Moliner,
M. Diccionario del Uso del Español, Gredos: Subyugar: Someter o tener
sometido a alguien violentamente a la voluntad propia. Dominar, oprimir.
[4] White,
M. y Epston, D. 1993 Medios narrativos para fines terapéuticos. Paidós.
Barcelona, España.
[5] Sued, E. 2005 “Terapia
narrativa”, en Roizblatt, S. et al. Terapia familiar y de pareja, Mediterráneo,
Santiago de Chile.
[6] White, M. 2002 El enfoque
narrativo en la experiencia de los terapeutas, Gedisa, Barcelona.
[7] Tarragona, M. 2006 “Las terapias posmodernas: una breve
introducción a la terapia colaborativa, la terapia narrativa y la terapia
centrada en soluciones”, Revista de Psicología Conductual, v. 14, n. 3,
pp. 511-532.
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