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Mtra. Tomoko Yashiro
Quiero
hacer una pregunta a los lectores de este artículo: ¿Han tenido experiencias devastadoras por las que han sentido un fuerte
dolor y sufrimiento? ¿Han sufrido de dolor, de cansancio, de desasosiego en
razón de las cosas que les han pasado? ¿Han llegado a sentir que su vida ha
terminado a partir de una experiencia dolorosa, en la que han perdido el
sentido de la vida? ¿Han llegado a sufrir la experiencia que acarrea el llamado
desempleo, una grave enfermedad, la pérdida de un miembro del cuerpo, la muerte
de un miembro de la familia, separación, divorcio, abuso, desamor, fracaso,
fraude o de un accidente grave? ¿Qué han hecho en esos momentos? ¿Han hablado
con las personas importantes de su vida? ¿Han evitado hablar con las personas a
las que quieren para no preocuparlas? ¿Han logrado consolarse a sí mismos con
cierta rapidez? ¿Han encontrado la afortunada salida a dichas emociones? ¿Se ha
prolongado ese período de desasosiego? ¿Se han podido re-encontrar nuevamente
con el sentido de la vida?
Cada
una de estas experiencias puede quitarnos nuestra energía y motivación para
hacer cosas valiosas en la vida, e incluso en ocasiones nuestro propio sentido
de la vida. A partir de experiencias severas es frecuente que sintamos
desesperación e impotencia para seguir adelante, y que nos invadan la soledad y
el aislamiento por no poder encontrar el vínculo que sentíamos con la vida
antes de ese acontecimiento. Aun cuando no dudemos del amor y la confianza de
las personas que nos rodean, hay veces en las que no nos sentimos cómodos al compartir
esas experiencias con dichas personas, debido a diversos significados
emergentes y complejos. Entre estos últimos encontramos, por ejemplo, los
siguientes: el sentir que no nos pueden entender en nuestro propio y más
profundo sentir, ya que no son esas personas quienes están viviendo dicha experiencia
dolorosa; que sintamos que los demás se acaloran más que nosotros acerca del
tema, y que empiezan a decir toda clase de instrucciones de lo que ellos
consideran que debiéramos hacer en tal caso, en lugar de tratar de comprender e
incluso validar el por qué de nuestra desesperación e impotencia; que nos duele
tener que reconocer que no estamos pudiendo reaccionar con la misma fuerza y
lógica que los demás han estado acostumbrados a ver en nosotros respecto de
tales circunstancias; no querer asumir la posición de ser consoladas por otras
personas; entre otras posibilidades.
Cuando
uno siente que perdió el piso de su vida, las palabras de consolación de otras
personas pueden sonar incluso como una especie de presión, mediante la que se
nos dice que no debemos seguir sintiendo esa lamentación. Uno puede empezar a
sentirse peor acerca de sí mismo, justamente por no poder dejar de sentirse
mal. Las personas que quieren a esa
persona, también pueden llegar a sufrir en razón de ver que se lamenta de dichas
experiencias, y ese dolor puede incluso volverse algo contagioso, como una
cadena de desesperación, orillando a las personas que la rodean a trasmitir con
enojo y/o impaciencia su sentir con mensajes como los siguientes: “Ya basta. Tienes
que dejar de lamentarte”, “supérate”, “sé fuerte”, “olvídalo”, “hay que hacer
esto y lo otro…”, “hay otras personas a las que les han tocado peores cosas y
han podido seguir adelante”, etc. Estas frases de las personas cercanas, por
más bien intencionadas que sean, no necesariamente funcionan como algo alentador
y afortunado para una persona que sufre de desasosiego, sino que muchas veces son
tomadas por ella como una “no aceptación” y/o “no aprobación” acerca de tal
lamentación. A partir de ello pueden llegar a sentir, por ejemplo, algo como lo
siguiente: “Aparte de que me ha tocado
vivir cosas difíciles, soy además irracional, débil, tonta, me falta fuerza de
voluntad, soy terca, merezco una descalificación, etc.” Respecto del amor y
el cuidado, las cosas que suceden entre las personas que se quieren entre sí son
complejas y muchas veces son difíciles de entender a partir de criterios que
solamente distingan entre lo bueno y lo malo, tanto por lo que refiere a las expresiones
de lamentación como por lo que respecta a las formas de consolación que les
corresponderían.
¿Cómo ayudar a las personas que viven un
intenso dolor, que se lamentan y sienten desasosiego por las cosas que les han
pasado en la vida? Es una pregunta que ha sido muy importante
en mi trabajo de psicoterapeuta. ¿Cuál forma de escuchar y comprender de mi
parte ayuda “realmente” a las personas que se duelen y se desesperan? Me
pareció que la terapia narrativa ofrece una respuesta muy inspiradora y
alentadora para esta pregunta: el dolor
y el desasosiego pueden ser vistos como el testimonio de lo valorado.
Desde esta perspectiva, el dolor, las
dudas, la lamentación, el cansancio y el desasosiego no son vistos simplemente como
los resultados negativos de experiencias dolorosas, sino que son vistos más bien como los materiales
y/o claves para permitirnos comprender las cosas que esa persona valora en su
vida. A su vez se abren otras formas de comprensión a partir de la
visualización de tales lamentaciones como la capacidad, negación y/o
esperanza de esa persona de no renunciar a las cosas que atesora en su vida; o
bien como una resistencia contra el suceso trágico, para no conformarse con la
situación de pérdida y/o de transgresión de algo que es profundamente
importante para la persona, etc. Es decir, es posible considerar que mientras más grande es el desasosiego que
expresa la persona, más grande es su tributo a lo valorado. Con base en
esta mirada, podemos interesarnos en cómo el dolor y el desasosiego puedan
estar relacionados con aquello que es apreciado por dicha persona, y podemos
tratar de explorarlos junto con ella en tales términos.
Por
ejemplo, podemos ver a un hombre que se lamenta por tener que dejar su vida y su
familia debido a que padece una enfermedad terminal. En cierto momento, tal
persona llega a saber que su vida puede no durar más de un año, a partir de lo
cual, empieza a dolerse mucho acerca de su vida, y le demanda a su esposa que llegue
a diario a cuidarlo al hospital, constantemente descalificando las cosas que ella
hace o no hace; además le exige que ella no debe volverse a juntar con ningún
otro hombre después de su muerte. En su lamentación esta persona trata violentamente
a su esposa, vigilando con celos todos sus actos, hasta lastimarla. La esposa llega
a cansarse tanto por tener que mantener económicamente a la familia, como por
los reclamos de su esposo.
Al
ver este tipo de caso la terapeuta narrativa puede fijar su atención en las
cosas que él valora, y que ha aspirado en su vida, que están implícitas en su expresión
de dolor y de lamentación. La terapeuta no concentra su pensamiento en si esa
persona “debe” o “no” lamentarse de esa manera. En lugar de caer en la
tentación de dar instrucciones para que el consultante hiciera lo que a la
terapeuta le pareciere correcto, intenta saber y comprender las cosas a las que
esta persona da importancia.
“¿Tu lamentación tiene que ver con tu
preocupación de que tu esposa deje de estar comprometida contigo después de que
te vayas? La intensidad con la que te preocupas sobre este tema me hace ver la
importancia que tú le atribuyes. ¿Para ti es muy importante ser recordado por
tu esposa después de tu muerte? ¿Ello tiene que ver con tus ganas de seguir
formando parte de su vida? ¿De qué manera quieres seguir formando parte de su
vida? ¿De qué manera quieres ser recordado por ella? ¿Con base en qué aspecto
que conoces de ella piensas que puede seguir recordándote? ¿Qué episodios vividos
con ella puedes compartir, por los que te agradaría que ella te recordara?
Siento que esos episodios que me compartes tienen que ver con las cosas que has
sabido apreciar en tu vida. ¿Es así? ¿Cómo llamarías a esas cosas que has
apreciado en tu vida?... etc”
A
partir de este tipo de conversación, la persona misma puede empezar a conectarse
con las cosas que valora en su vida, y en la medida en que se intensifica su
vínculo con sus propios valores, empieza a serle cada vez más natural expresar
esos valores en su vida actual.
En
el caso del ejemplo anterior, mientras que dicha persona enferma continua vinculándose
prioritariamente con el significado de lo desafortunada y/o dolorida que es su
vida por la enfermedad terminal que padece, es más difícil que sienta, piense, o
haga algo que no concuerde con esa narración. En cambio, aún en la misma
situación dolorosa, puede abrir un espacio donde puedan ser construidas otras
narraciones, más ricas, sobre ella misma. Por ejemplo: “es una persona que a su manera siempre ha protegido a su familia”, “de
una u otra forma siempre ha expresado su amor”, “siempre ha encontrado salidas
en los momentos difíciles”, y “se ha sentido feliz al recibir amor y respeto de
varias personas, tales como…”, “ha compartido momentos maravillosos con sus
amigos”, “ha hecho muchas cosas buscando proteger lo que valora en su vida”, “siempre
ha luchado por no renunciar a su derecho de vivir dignamente”, etc. A
partir de que se construyen estas narraciones sobre esta persona, le resulta
posible integrar más activamente las experiencias, emociones y los actos que
mejor concuerdan con estas nuevas narraciones. Al verbalizar explícitamente las
cosas que valora, al conectarse con las mismas, uno suele tener esa sensación de
recuperar para sí mayor dignidad, así como acerca de su propio sentir y su
actuar.
“Ahora conocemos que para ti ha sido importante
mostrar tu cariño sin usar necesariamente palabras, y que ello lo aprendiste de
tus abuelitos en tu infancia. ¿En qué actos de tu estancia en el hospital
podemos ver que tú eres una persona que valora esa forma de mostrar tu cariño? ¿Ha
habido alguien que se haya dado cuenta de eso? Si empiezas a disfrutar y sentir
más fuertemente la conexión con esos valores, ¿qué te veríamos hacer? Al pensar
en la forma cómo quieres ser recordado por tu esposa, ¿hay algunas acciones que
tomarías en estos días en tu convivencia con ella? ¿Qué harías? ¿Con qué nombre
llamarías esos pasos que vas a ir tomando en estos días? Si podemos poner un nombre
al tema que estás viviendo en esta fase de tu vida, ¿cuál sería? ¿Te viene
alguna imagen que represente ese tema? etc.”
EL DESASOSIEGO ES EL TESTIMONIO DE LO
QUE UNA PERSONA VALORA EN SU VIDA. Esta forma alternativa de
ver las expresiones de sufrimiento abre la posibilidad de que las personas
mismas empiecen a identificar en dichas expresiones los elementos que les hacen
reconocer y confirmar qué tipo de personas son, desde un plano más positivo y
alentador, independientemente del significado doloroso, injusto, negativo y/o
triste que han tenido los sucesos trágicos que les han tocado vivir en la vida.
Puede
ser relativamente fácil para cualquier persona sentir empatía con la
lamentación de una persona que tiene enfermedad terminal. Pero esta mirada de
la terapia narrativa puede ser aplicada en personas con cualquier otro tipo de
situación de desasosiego y/o de sufrimiento, como lo pueden ser el desempleo,
el fracaso, el rechazo, el desamor, los problemas de pareja, el divorcio, o la
pérdida de algo valioso. Hay una frase
que me gusta mucho recordar a este respecto: que las personas no deben ser evaluadas
por las cosas que les han pasado en su vida, sino por las cosas que han hecho
ante las cosas que les han pasado en su vida. La conversación basada en la
terapia narrativa dirige nuestra mirada hacia lo que podamos hacer para no
renunciar a lo que valoramos en la vida, aún en aquella difícil y devastadora situación
que nos haya tocado vivir. Considero que esta mirada ayuda no solamente a las
personas que se dedican a la psicoterapia, sino también a cualquier persona que
ha tenido experiencias dolorosas, e igualmente a las personas que quieren
ayudar a aquellos seres queridos que pasan momentos duros en su vida.
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Este artículo fue escrito con inspiración de
temas tratados en el taller de Shona Russell, “Enfoques Narrativos para responder a los
efectos del abuso y trauma en la vida de
adult@s.” Junio 2010, que fue
organizado por el Colectivo Prácticas Narrativas.
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